Desembarco del Rey
Después de tres horas en cola, mucho calor, recogida de acreditaciones varias y registros policiales, por fin hemos tomado asiento en nuestro trono de hierro (más bien plasticucho del barato). Yo no había visto cosa semejante desde la era de gobierno de los Targaryen. Nos han puesto en la parte de atrás, como a a los chiquillos ruines de la clase, junto al puesto de la guardia civil, que me ha requisado un cuchillo que había traído para hacerme unos bocatas de chorizo. ¡Ni que estuviera hecho de vidriagón! Les he expresado con suma educación mis intenciones culinarias pero no han entrado en razón. Creo que me vieron cara de Charles Manson o algo así. Ahora tendré que untar el chorizo con los dedos, puesto que los de la benemérita, a su vez, no se han dejado untar. A las diez de la noche es la encendida oficial de monitores, un mero acto simbólico pues la basca telepera está ya por aquí dale que te pego a los teclados que empieza a hacer más calor dentro que fuera. El evento dura hasta el próximo domingo, aunque no sé si aguantaré mucho por estas zonas cálidas de los Siete Reinos. Los picoletos (o Guardias de la Noche) no hacen más que rondarme. De aquí me mandan al Muro del Norte o a las tierras salvajes con los caminantes blancos y toda esa peña terrorífica que se alimenta del frío. No sé si es por el incidente del cuchillo o porque les llega el rastro a chorizo de Teror.