Caretos y carotas
Está ya uno hasta los mismísimos de abrir los periódicos y encontrarse, página tras página, los caretos de siempre. Especialmente en la política.
Aquí ocurre algo que uno no se explica: o bien nuestros políticos son tan buenos, tan competentes y tan responsables, que no es necesaria una renovación (déjame no seguir por este camino que me entra la risa floja)... O bien no se atisba en el horizonte de la efebía política un relevo a corto o medio plazo.
Va a ser que ninguna de las dos cosas. En la política canaria, lo que hay es mucha cara y un apoltronamiento de tres palmos de narices. No se explica, por ejemplo, que pasen los años y en algunos ayuntamientos sigan mandando los mismos personajes que vieron nacer la democracia (algunos, con cambios de chaqueta incluidos), o esa versatilidad de muchos altos cargos del Gobierno de Canarias que valen lo mismo para una Consejería de Medioambiente que para una de Educación.
Concretamente en esta última, si bajáramos un poco en el escalafón y analizáramos a directores generales, jefes de personal, responsables de proyectos y otros asesores de los últimos diez o quince años, veríamos cómo han sido siempre los mismos los que se han repartido la baraja de la educación en Canarias, ora pintando copas, ora pintando bastos. El mismo perro con distinto collar. Hoy te pongo aquí y mañana te paso allí, tú no te preocupes.
Al aula deberían volver todos, a ver qué decían entonces de la congelación salarial. No iba a haber goma para recauchutar a todos estos “todoterreno” que llevan décadas mamando de la teta de la cabra institucional y encima se atreven a proclamar, con todo el morro, que los funcionarios ya no damos leche, como dijo un tolete ahí más atrás.
Si no damos leche es porque ustedes no han dejado de mamar, estafar, prevaricar (y otros verbos de las tres conjugaciones) en todo el tiempo que llevan apoltronados.
Dicen los griegos en sus mitos que la Vía Láctea nació cuando Hércules, recién nacido, tiró tanto de la teta de Hera que desperdigó por los cielos el divino alimento, creando así la constelación de estrellas.
Aquí los políticos, con su esfuerzo hercúleo por perdurar en la poltrona, están convirtiendo el erario público en una constelación particular de sueldos, dietas y viajes “con todo pago”, que diría mi abuela Carmen.
Ya hemos dicho y redicho en otros foros que la Constitución Española y las leyes deberían reformarse para que todos estos señores que llevan toda su vida en la política se vayan a la calle y dejen paso a otros ciudadanos.
Entre los griegos, esto no pasaba, pues los cargos de responsabilidad eran nombrados por un año y luego, a criticar a la Asamblea como el que más. Cuando menos habría que exigirles a estos señores una rendición de cuentas al final de cada mandato (euthynai), evaluarlos y, si no han cumplido, que se pongan a hacer otra cosa.
Pero nadie hace nada y cada cuatro años seguimos votando a los mismos caretos de siempre. Seguro que esto no se le ha ocurrido al de la coleta. ¡Que se manden todos a mudar, coño!