El compresor
La Opinión de Tenerife, 14 de octubre de 2005
El vecindario se despierta cada noche sobresaltado por el ruido de lo que, a todas luces, parece ser un compresor. Un vecino de aquí enfrente me tocó el otro día para decirme que no, que no se trata de ningún compresor, sino que la causa soy yo y mis ronquidos.
Seriamente ofendido, le he respondido que cómo se atreve, que me confunde con otro y que el objeto de sus desvelos es sin duda una máquina desengrasada y obsoleta, pues yo no soy capaz de semejante vituperio nocturno.
Porque créanme, queridos lectores, yo también oigo el graznido asfixiado del compresor mientras duermo (y esta es otra más de mis ocultas habilidades). Sólo que el aparatejo de marras, por alguna razón que se me escapa, deja de emitir esa majadera y nictálope serenata en cuanto despierto.
Todo este tema del compresor me ha empujado a iniciar, en pro de mi honor mancillado, la correspondiente investigación entre el vecindario por ver si algún gañán desaprensivo aprovecha las horas de luna para realizar alguna obra ilegal o chanchullo urbanístico, afición a la cual somos tan devotos por estas islas del Atlántico.
He recogido sobre el terreno algunas pruebas irrefutables que evidencian y dejan fuera de toda duda la inocencia de mi sistema respiratorio en este asunto de los desvelos nocturnos del vecindario.
Porque lo de los ronquidos, insisto, es un asunto muy serio y una grave acusación, pues uno empieza siendo acusado de roncador empedernido y termina sumido, por sugestión mental, en una irreversible apnea del sueño de la que una buena mañana no te despiertas para contarlo.
La roncopatía o enfermedad de la ronquera es un tema muy complejo como para tomárselo a la ligera y hacer bromitas. Influyen en ella muchos factores clínicos y en ningún vademécum o enciclopedia de Esculapio se describen síntomas semejantes a los que padece el antedicho compresor durante sus fatigadas noches de trabajo.
Además yo, que tengo unos pulmones forjados en mil y una batallas atléticas (y una glotis y una campanilla que para sí quisieran muchos santos bebedores), soy reacio a determinadas prácticas nocturnas como la de evocador de insomnios o pito del sereno.
Así que para demostrarlo me he grabado con un radiocasete que me regalaron cuando aprobé el COU y puedo constatar que poseo una respiración fluida y diáfana, y que sólo se oye de fondo un ligero ruidito que yo achaco a la antigüedad del aparato de grabación.
Por lo demás, tengo que confesar que nunca he sido persona camorrista o alborotadora, ni está en mi voluntad a corto plazo convertirme en instigador de conflictos vecinales por un quítame de ahí esos ronquidos.
De modo que solicito públicamente a mis bienhallados vecinos que reconsideren, ipso facto, sus acusaciones y les prometo que en breve me pondré en contacto con algún especialista para solucionar este problema del compresor. Pero que conste: YO NO RON-CO.