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Días de frascos

La Opinión de Tenerife, 1 de febrero de 2006


Con el frío llegó la primera gripe, como aquel famoso espía de John Le Carré.

Llevo una semanita enganchado a los frascos pero la cosa no evoluciona favorablemente. Llevo una semanita con el virus de la gripe acampado en mi organismo, pero no hay manera de darle pasaporte.


En estos casos, la basca suele tirar del frasco, lo consulta con ese amigo farmacéutico que tenemos todos y se atiborra con lo más selecto que hay en botica. A mí, sinceramente, no me hace mucha gracia lo de los frascos, pero al final he tenido que claudicar, no por otra cosa que por echarle un cable a los glóbulos blancos, que andan ellos un poco bajos de forma y de moral.


Porque los frascos modernos, desengáñese usted, no curan. Las medicinas no curan las enfermedades. Al menos la gripe que yo tengo no se cura con frascos y a las pruebas de campo me remito, yo que llevo una semanita haciendo sonar la corneta de las narices, despertando al vecindario de madrugada con un intempestivo toque de retreta.


Este moderno adefesio de las farmacias a todo lujo no es más que otro invento a la altura de estos tiempos que corren de crisis y despilfarro. Usted entra en una farmacia y es como si lo hiciera en unos grandes almacenes a pequeña escala, con sus productos de saldo incluidos: los genéricos. Incluso se puede hacer un chequeo médico con la catapulta esa que lo talla y le estrangula el bíceps braquial.


Las medicinas, no sea usted tan lelo, no curan. Al contrario, fortalecen al virus que se arregosta al sabor a cola de la propalgina y ya no se quiere mudar a otra parte pues vive tan a gusto metiéndose sus cubatas de hematíes entre pecho y espalda, poniéndose moreno al calor de unas fiebres de cuarenta grados.


Con lo cual llegamos al timo del frasco, ese gran timo farmacéutico del que nadie se ha dado cuenta pues ya se sabe que mueven más dos aspirinas que dos carretas. En realidad, a nuestro cuerpo no le hacen falta frascos porque quienes realmente curan son los glóbulos blancos y el resto de la basca celular.


El frasco lo único que hace es engañar al virus, entretenerlo con el vodka con redoxón y las mamachichos de unas fiebres, mientras los señores de blanco limpian la galaxia de nuestro organismo.


Esto de los frascos le hace mucha gracia a mis escolásticos, que dicen no haber oído hablar nunca de ellos. Pero hubo un tiempo en la historia de la humanidad en que las medicinas y los tónicos (¿qué fue de aquellos tónicos reconstituyentes?) se despachaban en frascos y las boticas eran verdaderos museos de porcelana.


Antes con un par de frascos te curabas en un santiamén de cualquier cosa, lo mismo una gripe que unas clamidias. Pero en la actualidad existe tal variedad de medicamentos, que no es de extrañar que los virus se queden a vivir con nosotros una temporada. Al mío, que lo he bautizado Carrasco, ya le veo las intenciones.



Zurrón Vintage
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