Apnea sexual
La Opinión de Tenerife, 20 de julio de 2005
Los científicos de La Socia han descubierto la relación entre la apnea del sueño y la impotencia sexual.
No entiendo mucho de medicina, salvo las cuatro cosas que he ido aprendiendo con el Dr. House, pero lo de la apnea, según los etimólogos griegos, significa “quedarse sin aire”.
Se trata, pues, de una patología clínica (ya le voy cogiendo el tranquillo al nomenclator) por la cual ciertos individuos se quedan sin respiración mientras duermen. Para lo de la impotencia sexual, creo yo que no haga falta entrar en detalles.
De modo que existe una íntima relación entre la gente que se queda sin aire mientras duerme y aquellos que no dan la talla en el preciso momento y lugar.
No sé cuánto tiempo habrán tardado estos científicos de La Socia en llegar a estas eunucas conclusiones, pero eso mismo le hubiera contestado yo, ipso facto, al mecenas de turno que patrocinó esta atolondrada pesquisa (y le hubiera cobrado menos).
Primero, porque resulta evidente que es imposible cumplir como Dios manda si se está durmiendo y, mucho menos, si uno se queda sin aire, esa sustancia intangible que es el anticipo del alma, según los mismos griegos de antes.
Creo que la investigación de estos bacterios del I+D iba por otro lado, pero la cosa se torció y se les fue de las manos hasta llegar a estas floridas deducciones por el consabido método del ensayo-error.
Ejemplos de este tipo hay a puñados en la Historia de la Ciencia, como fue el caso del filósofo Arquímedes, que dándose un baño descubrió el principio que lleva su nombre, al tiempo que inventaba el primer jacuzzi. O el caso de Isaac Newton, que investigando sobre los efectos lenitivos de la siesta le cayó una manzana sobre el colodrillo y despertó, a la fuerza, la gravedad.
Esto es lo que se ha contado tradicionalmente en los mentideros científicos, pero yo manejo otras fuentes, tan fidedignas como aquellas, y sé que lo de Newton afloró por otros cauces que nos devuelven a uno de los motivos del presente artículo: la impotencia sexual.
Dicen que Newton se estaba secando después de darse un presocrático baño, cuando cayó en la cuenta de que, a pesar de la fuerza centrífuga de la erección, el pene humano tiende siempre a desmoronarse, a caer.
Por lo cual, Newton concluyó que existe una fuerza contraria (o centrípeta), a la que llamó “de la gravedad”, porque para el caso lo era. Esa fuerza de la gravedad atraería los cuerpos cavernosos (y cualquier otro cuerpo) hacia el centro de la Tierra.
Pero volviendo a la apnea sexual, hay que afirmar que es muy normal que uno pierda el aire en el momento de mayor entusiasmo amatorio, igual que a otros se nos viran los ojos para atrás.
Lo que no aclaran los científicos de La Socia es si los que padecen esa incipiente impotencia sexual de los cuarenta son propensos a la apnea del sueño. Esperemos que no, por bien del futuro de este blog.