Mar de nubes
A quien lo lea:
Estoy perdido en el monte, atrapado entre las ramas de un pino que apenas deja entrever la costa. Estoy malherido y prácticamente desnudo: mi única protección es un húmedo bañador y unas cholas de playa desportilladas. Llevo aquí un día y, si alguien no viene pronto a rescatarme, voy a morir de frío e inanición. No me quedan más que unas pocas lapas en la bolsa y ya me bebí el último trago de una botella de cerveza.
Ayer, a estas horas, estaba en la costa cogiendo lapas y se me ocurrió hacer un pequeño descanso para aliviar el calor con una cerveza fresca. Saqué la última del charco y me senté en las rocas con la bolsa de lapas, que siempre anudo a la muñeca para evitar perderla por los embates del oleaje. Aproveché también la ocasión para anotar en mi cuadernillo la cantidad que había cogido. Me gusta llevar un registro para, una vez que llego a casa, calcular las ganancias que me puedan reportar (las vendo por unidades al bar del pueblo). Estaba sumido en medio de mis cálculos, cuando me llamó la atención un ruido que se empezó a originar en uno de los bufaderos. Metí el cuaderno y el lápiz en la bolsa y me levanté de inmediato con la cerveza todavía sin abrir. Entonces, ante mí empezó a materializarse un banco de nubes que me envolvió y, al punto, me hallé en medio de un plácido remolino que me hizo ascender por el espinazo de la isla y me transportó hasta este lugar en el que me encuentro ahora, atrapado y solo.
Pero el mar de nubes ha empezado a remitir, se dirige de nuevo hacia abajo y mando con él este desconsolado mensaje: entre los pescadores más viejos de mi pueblo circula la leyenda de que, con la marcha del verano, se origina en la costa un mar de nubes que se ha tragado ya a innumerables pescadores, de los que nunca se ha vuelto a saber. Yo no creía en esas supercherías; de hecho soy el único del pueblo que durante esta época se atreve a pescar. Pero eso es lo que tiene esta maldita tierra y así lo cuentan
los viejos tratando de dar una explicación al fenómeno. Las islas convierten en mágica cualquier realidad.