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El cielo protector

El Lagunero, mayo de 1997



“Es hora de desechar el envase.”


Con este saludo tan poco ecologista y nada solidario se despedían hace unos días los miembros de una secta californiana, “Puerta al Cielo”, que deslumbrados por la estela del cometa Hale-Bopp decidieron reciclar su alma (el cuerpo lo dejaron tirado) y viajar en una nave espacial que los aguardaba para acompañar al astro itinerante en la búsqueda de alguna raza superior.


Y es que esta gente que se mete en sectas tan ecológicas mucho hablan de la pureza del alma y la búsqueda del nirvana universal, mucho abogan por la vida monacal con todo tipo de restricciones (ni fuman ni beben ni follan), pero en cuanto te descuidas se desvanecen en el aire y te dejan tirado en la Tierra con dos palmos de narices, una hecatombe de cadáveres desalmados y corruptos y mensajes en vídeo donde incitan al personal con frases como “Tonto el último”.


Cuando todavía permanecen tibias las cenizas informativas de aquel rancho americano de Waco donde en 1993 se dieron muerte unos setenta seguidores de la secta de los Davidianos al más puro estilo del Far West (Waco está en Texas); cuando todavía permanecen activos los rescoldos periodísticos de aquella granja suiza donde en 1994 se autoinmolaron unas cincuenta personas de la secta del “Templo Solar”, ahora llega un tal Applewhite, un gallo capón y cibernético (era músico, estaba castrado y tenía su propia página de internet) y se lleva para el otro mundo a otros treinta y pico.


El tal Applewhite, que se hacía llamar “Do” entre sus seguidores como si fuera la gran nota musical que diera el tono a sus vidas (luego resultó ser el diapasón disonante de una civilización extraterrestre), dejó constancia en video y en la página web su declaración de principios y unas clases magistrales en las que informa a futuros sectáreos cuáles deben de ser las siete reglas de oro o “heptálogo del aspirante a E.T.”:


1. En primer lugar, y la más importante de todas, la sumisión total a los intereses del líder. El director de la secta es el Mesías (David Koresh), el Caballero Templario (Luc Jouret) o el Gran Diapasón (Applewhite). A él se deben entregar sus discípulos en cuerpo y alma, sobre todo en cuerpo mientras estén en la Tierra, “que ya del alma hablaremos cuando vengan los marcianos o los selenitas o los venusinos o como diablos quiera que se llamen esos entes que viajan en platos de natillas.”


2. La renuncia total y absoluta del aspirante a su pasado y biografía. El ingreso en la secta supone la pérdida súbita de los años consumidos hasta la fecha, un lifting temporal que devuelve al sectáreo a una nueva vida en la que estará en pañales. A partir del ingreso en la secta habrá que hablar de una nueva era que se medirá con la coletilla “después de”. Por ejemplo, “tres años después de Applewhite”, como si fuera un Jesucristo de pacotilla.


3. La donación a la secta de todo su patrimonio pecuniario (léase “las pelas”, “el moni” o “la guita”) a fin de sufragar los gastos de la susodicha y costear los futuros viajes interestelares en la primera clase de la cola de cualquier cometa.


4. Queda terminantemente prohibido fumar. Nada de cigarrillos después de comer ni puros ni porritos ni cualquier otra sustancia tabaquífera por el estilo que haga subir los humos y mine de nicotina los pulmones y las mentes y los convierta en branquias de calamar. El tabaco produce cáncer y con los pulmones hechos una refinería petrolífera no se puede aspirar a un estado superior de existencia. Además, los extraterrestres no fuman y no tienen zona de no fumadores en sus naves espaciales.


5. El alcohol, ni olerlo. Sólo estará permitido beber agua de lluvia pues la otra está contaminada de minerales: que si sodio, que si potasio, que si magnesio… sustancias, todas ellas, nada beneficiosas para el organismo de un ser que aspira a la abstinencia del karma. El agua de la lluvia es la mejor porque la traen de otros mundos los marcianos en cisternas de criptonita que abren de par en par en el cielo, como nubes desgarradas por el rayo de una tormenta, para abrevar a unas bestias sedientas de fluidos intergalácticos.


6. En cuanto al sexo, ni nombrarlo. Quedan prohibidas las relaciones sexuales entre hombre y mujer, entre hombre y hombre o cualquier otra unión cartesiana de las partes pudendas. Dependiendo de la secta, el ingreso vendrá precedido de una cercenante ceremonia que contendrá la libido de sus miembros (hay sectas nudistas) y alimentará a los perros que guardan la granja o chalet.


7. Y por último, la higiene. Para los guarros no está hecho el reino de los cielos. La limpieza de cuerpo y alma debe ser absoluta si queremos ascender algún escalón en el estado evolutivo del ser humano. Un ser superior no puede ir por esos mundos con los calzoncillos cagados y el uniforme apestando a sobaquera. En la nave de ET no dejan entrar a los cochinos y por eso antes de embarcar hacen pasar a los nuevos pasajeros por una máquina modernísima que les hace a las almas un servicio completo de lavado, centrifugado, secado y abrillantado.


Yo también estoy pensando en formar una secta aquí abajo, en mi Laguna Estigia, pero en mi secta sólo ingresarán adictos a todo tipo de sustancias, borrachos, obsesos sexuales e indigentes del jaboncillo. ¡Vamos, gente muy normal!


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