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Enano, pero planeta

La Opinión de Tenerife, 30 de agosto de 2006

Hoy hemos estado debatiendo en clase con mis escolásticos de 2º de Bachillerato acerca de la mitología clásica asociada a la astronomía y hemos tenido un minuto de silencio en honor de Plutón, ese pequeño cuerpo estelar que fue degradado (ahí más atrás) a la categoría de planeta enano por la UAI, Unión Astronómica Internacional. Tengamos unas palabras de recogimiento en su honor.


La basca de la UAI expulsó de clase a Plutón después de tantos años figurando en los libros de texto como un señor planeta en donde muchos pibes de mi quinta pensábamos que habitaba una especie de guardián del Sistema Solar que controlaba el paso de todos aquellos platillos volantes que luego sólo se dejaban ver en las películas.


Lo que pasó con Plutón viene a demostrar que los telescopios no sirven para nada y que a falta de lupas (y de ideas) para mirar más allá del Sol, a la basca le ha dado por ponerse a discutir sobre el sexo de los planetas domésticos.


Porque esta reflexión científica de la UAI acerca del tamaño de los planetas nos resulta, más bien, una frivolidad semántica que habría que dejar en manos de otras academias más terrenales. Para que luego digan que el tamaño no importa.


Plutón es un planeta enano. Vamos a ver… ¿En qué quedamos? ¿Es planeta o no es planeta? ¿Qué quiere decir eso de “planeta enano”? ¿Ese “enano” está usado como adjetivo o como sustantivo? ¿Tal vez con ánimo peyorativo? ¿Por el hecho de ser enano es menos planeta que otros más talluditos como Júpiter y Neptuno? ¿Es que ahora hay planetas de primera división y planetas de segunda? ¿Tienen algo los señores astrónomos en contra de los enanos? ¿Son menos hombres los que lucen una talla inferior al 1'50, a pesar de tener numerosos satélites a su alrededor viviendo del cuento?


De modo que nuestro Sistema Solar está integrado desde entonces por ocho planetas entre los que se incluye el que habitan estos sesudos señores de la UAI (aunque no sabemos en cuál viven exactamente), planetas enanos como Plutón y los asteroides que no son más que ese lastre del que se han ido despojando los planetas durante el fatigoso y aburrido deambular alrededor del Sol.


Plutón era entre los romanos el dios que gobernaba el mundo subterráneo, el oscuro mundo de ultratumba al que iban a morar las almas después de la muerte. Los griegos lo conocían con el nombre de Hades. Plutón era hermano de Júpiter y Neptuno (también planetas) y los tres se repartieron el Universo tras derrotar a su padre Saturno y a gran parte de sus tíos en una fabulosa guerra que se denominó la Titanomaquia o Guerra de los Titanes.


Plutón era para mí algo más que un cuerpo celeste colgado en el desván del Sistema Solar. Plutón era el mundo al que fueron a morar numerosas ilusiones de mi infancia, numerosos sueños de un niño que quería ser astrónomo y al final se tuvo que conformar con leer las estrellas en la oscura panza de los dioses.


Plutón era el mundo en donde se ocultaban las frustraciones de un joven flaco que pretendía surcar el firmamento en busca de vida alienígena y al final perdió el cohete y se quedó en la Tierra inventando mundos que gravitaban alrededor de las palabras.

Plutón es algo más que un tachón en el libro de texto de mi infancia.



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